martes, 20 de enero de 2015

El inicio de la lucha



Somos tan pequeños que el universo nos queda grande y el universo en nuestro interior que siembra vida nos parece único, a veces tortuoso, algunas veces brillante.
Las estrellas comienzan a danzar y los planetas chocan entre sí, al tiempo que las nebulosas y galaxias danzan en un frenesí infinito de expansión y ambición de crecimiento.

El universo en nosotros se asemeja al rostro de la creación. Es la cara fulgurante y viva de aquello que nos creó. ¿Cómo es posible que siendo con toda suerte, un grano de arena en este vasto océano, sentir de tal forma que pareciera que todo nos escucha?

¿De qué forma una lágrima cae en el suelo elevando cada vibración hasta lo más alto? ¿cómo es posible que una gota de rocío pueda parecerse a algo que creamos nosotros y que hemos llamado lágrima? Proviene de un mar, un torrente en el interior: la tristeza, aquella tristeza se materializa en llanto y luego el llanto ha de transformarse en algo tan sutil, suave, delicado y significativo como una gota. Una lágrima.
Jamás volverá ni tampoco renacerá. Ha de tragársela la madre tierra como acogiendo nuestros sentimientos, o puede evaporarse para llegar a lo alto de la nube y advertirle al sol lo que nos ocurre.

Ahora, en medio de la noche, mirando a las estrellas y con mi espada en calma, pareciera que el universo está conmigo. Ambos nos miramos y nos leemos el pensamiento. Ambos, cara a cara, mostramos la pureza de nuestras almas, nos desnudamos y mostramos heridas de combate y nos honramos. De vez en cuando me lanza una sonrisa fugaz, o algún brillo misterioso. Yo no tengo como responderle, mas, lo que puedo hacer es sentir aquel amor tan libre como el aire, y ofrecer mi corazón en ofrenda.

Sé que hoy tendré que volver a luchar y sé que para ganarse a uno mismo, se debe enfrentar los propios demonios. Es una guerra que puede durar mil años. 

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